‘Ira, no están
Un mes antes de que comenzara el torneo ASOMEX, un grupo de estudiantes apasionados que pronto cambiaría el espíritu de la escuela surgió. La Ira, abreviación de "Iracheta"—una broma interna entre los estudiantes de Bach II—, rompió las barreras entre "razas", "grupitos" y "genes", creando así un ambiente positivo de apoyo para los atletas y espectadores del torneo.
Para muchos fue difícil comprender las verdaderas intenciones de La Ira. Se llegó a escuchar por los pasillos que el grupo no era nada más que un espectáculo en las gradas, una manera de criticar y abuchear a los jugadores rivales o la excusa perfecta para causar una avalancha masiva de estudiantes que podría dañar la infraestructura de la escuela. Sin embargo, un propósito claro y unánime que todos tenían era el apoyar a sus equipos. Los miembros de La Ira demostraron su dedicación hacia los Eagles al hacer banderas rojas y blancas, cortar papelitos para los festejos y crear porras únicas e inigualables. Su versión del Movimiento Rojo/Blanco y las mil y un porras de los “Igoles” hicieron estruendo a lo largo de las gradas, logrando que cada estudiante brincara y cantara con júbilo, sintiéndose orgulloso de sus colores.
Como jugadoras, fue increíble saber el gran apoyo que teníamos dentro y fuera de la cancha y sabíamos que, sin importar el resultado, alguien nos apoyaría incondicionalmente. En las buenas y en las malas, La Ira estaba presente.
Desafortunadamente, en ese último partido por el tercer lugar, La Ira no tuvo presencia alguna. Debido a una falta de respeto que se cometió en los últimos minutos de la semifinal femenil, el colegio tomó medidas comprensibles: algunos miembros de La Ira tuvieron prohibido asistir a tal juego. Se entiende el castigo, ya que hubo quejas del equipo rival y el colegio tuvo que actuar. Sin embargo, el hecho que La Ira no pudo asistir a nuestro partido generó confusión entre las jugadoras y los espectadores.
El impedir que los máximos representantes de la porra asistieran causó un desinfle al comienzo del partido. Como jugadoras, nosotras no estábamos enteradas del castigo que se le había impuesto a La Ira, pero sí se nos hizo un poco extraño que no se sentía la misma vibra de antes y no se escuchaban cantos a menudo. Sin embargo, conforme el partido fue progresando, los vitoreos se intensificaron. A pesar de que La Ira no asistió a nuestro partido, las porras y gritos no se silenciaron. De cierta manera, aquellas ganas por apoyar a los jugadores se contagió incesablemente.
Como atletas, no hay nada mejor que jugar en casa con el apoyo de toda tu escuela. Agradecemos profundamente a La Ira y a todos los que nos apoyaron durante aquellos cinco días llenos de pasión, lágrimas, esfuerzo y emoción.