El 107

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Festejando como buenos cristianos

A pesar de faltar casi un mes para que sea Navidad, parece que ya llevamos una eternidad en el espíritu navideño. Poco a poco, la gente recuerda y pronto se harta de Mariah Carey y su música sacarina. Las noches se sienten más largas y cada vez se antoja más encerrarse en casa para tomar chocolate caliente. También comienzan las “posadas” como manera de celebrar el fin de año entre grupos de amigos.

Sin embargo, es increíble que hayan cambiado tanto las posadas en los últimos diez años. Probablemente tengas recuerdos de primaria cuando te juntabas con tu familia a recrear el acontecimiento de José y la virgen María en búsqueda de un hostal para dar a la luz al niño Dios. En pocas palabras, pedir posada.

Nuestras “posadas”, sin embargo, son muy diferentes. Es sorprendente que haya habido tantos cambios en nuestra manera de festejar y que las posadas hayan perdido su verdadero significado. Éstas se han convertido en fiestas cualquiera, pero un poco más lujosas por virtud de querer “cerrar el año bien”. Ahora lo único que importa es ver quienes ponen la pista de baile más grande, diseñan la mejor hoodie, gastan la mayor cantidad de dinero y consumen la mayor cantidad del “agua de la vida”. Lo curioso es que seguimos llamándole posadas a las fiestas religiosas y a nuestras “posadas”, por tan diferentes que sea la naturaleza de estas.

Tal vez debamos cambiar la manera que llamamos a estas fiestas. A fin de cuentas, hay poco más en común entre las posadas y nuestras “posadas” que las fechas donde las hacemos. Es como llamar a las fiestas de generación “comidas”, a pesar de ser eventos que empiezan a las 9 de la noche donde no sirven comida. De por sí existen muchas razones para celebrar el fin de año entre amigos, como haber terminado el semestre o el simple hecho que ya es diciembre. No tenemos que, ni debemos de, darle el uso indebido al nombre de una fiesta religiosa de gran importancia para los cristianos como justificación para nuestras propias.