No estamos preparados para una pandemia

La famosa pandemia del coronavirus se reportó en Wuhan, China, a la Organización Mundial de la Salud el día del año nuevo. Desde entonces, la cantidad de contagiados ha crecido rápidamente, lo suficiente para que el gobierno chino pusiera a sesenta millones de personas en cuarentena y construyera hospitales durante la crisis. El 13 de febrero, se reportaron más de sesenta mil casos oficiales y solo parece incrementar el paso del contagio.

Para mí, es de algún alivio que gobiernos mexicanos previos tuvieron un buen récord del manejo de pandemias recientes. Con la pandemia de influenza del 2009, solo uno de cada dos mil Mexicanos se contagiaron, mientras una de cada ocho personas en el mundo se enfermó. La serie de acciones que se tomaron fueron avaladas por la OMS, llamándola un ejemplo de respuesta rápida y efectiva. Sin embargo, esto pasó hace diez años y bajo un presidente que, tristemente, fue muy diferente al que tenemos hoy en día.

El gobierno de AMLO está tomando un fuerte enfoque en diferenciarse de gobiernos previos, sea con medidas simbólicas o con oposición sistemática a cualquier noticia que le vaya en contra. Por ejemplo, AMLO no siguió normas higiénicas aprobadas por el IFE, en un mitin del PRD en Chiapas durante la pandemia de influenza del 2009. Durante el evento, comentó “qué influenza ni que ocho cuartos” y que “el virus que más afecta al pueblo mexicano es del ‘mal gobierno’”. En una entrevista por radio el mismo año, criticó a el presidente Calderón al decir que “no definió una estrategia, sólo infundió miedo.”

Estos esfuerzos son visibles en la supuesta regeneración del sistema de salud. Con sus palabras, “está muy mal el sistema de salud, por eso son estos esfuerzos para mejor el sistema de salud. [...] [los gobiernos previos] dejaron en ruinas el sistema de salud.”  Recientemente, AMLO propuso el INSABI, un sistema de salud como de Canadá o Dinamarca que se comenzó a implementar el mes pasado. Sin embargo, su corta vida ha dejado mucho por desear: algunos estados han tenido que comprar medicamentos con sus propios fondos, en violación directa de una propuesta de nuestro presidente. Además, aunque se le dio un presupuesto de 112 mil millones de pesos, expertos estiman que debería ser siete veces mas grande para operar efectivamente.

Sin embargo, AMLO asegura que “no nos vamos a detener” por inventos de la oposición. La combinación de la terquedad ideológica de nuestro presidente y el profundo nivel de indecisión por parte de su gobierno pudiera ser catastrófica, sea por esta crisis temporal o por una crónica que resulte por querer hacer todo suyo. Ojalá y las decisiones que tome su gobierno vengan con el interés de la salud pública en mente y no con intenciones ideológicas. A fin de cuentas, el rol del presidente es regir al país, y una simple manera de hacer un buen trabajo es no insistir con símbolos ideológicos cuando se requieren decisiones concretas.