Nada como andar con tu “hermano menor”
Si me dieran 5 pesos por cada vez que me preguntan qué es andar con un “gene abajo” yo creo que ya me alcanzarían unos chilaquiles grandes en la cafe; si añadimos las veces que han supuesto que Matías y yo somos familia, podría acompañar mi comida con unas de esas papas orgánicas.
Pero eso era lo que esperaba cuando decidí andar con alguien más chiquito que yo. No tanto por el hecho de que soy 6 meses mayor, sino porque va un año abajo y en nuestra escuela tan disque “liberal”, este acontecimiento califica como excelente chisme de miércoles por la noche. Sin embargo esto no es sólo en el colegio, así fue también la conversación con mi mamá cuando le dije, cuatro meses tarde.
—Mamá, tengo novio—
—¿Quién?
—Matías—
—¿Cómo, pero no va una gene abajo que tú?—
No soy partidaria de relaciones así, no es natural, visto que las niñas maduran biológicamente más temprano y por lo tanto siempre serán casos aislados. Lo que sí quiero abogar es que dejemos de obsesionarnos por lo que piensen los demas o por lo que creemos que piensan. Porque así como les platico de las muchas veces que me preguntaron sobre mi relación en un principio, ahora veo que lo novedoso se olvida y entonces me doy cuenta que lo que haga en realidad no importa.
Pensarán tal vez que es fácil para mí decirlo porque estoy acostumbrada a ser la niña coja de la clase, pero así como me ven, yo también me tardé varios meses en hacer mi relación pública.
Me arriesgué y ahora veo que valió la pena ignorar el hecho que Matías es más chico que yo porque nunca hubiera sabido lo que me estaba perdiendo si el miedo a ser juzgada me hubiera ganado.